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Si tuvieras que decir cuál es la parte más difícil de la crianza, ¿qué responderías? Tal vez pienses en las rabietas, las noches sin dormir o los desafíos escolares. Pero para muchos padres, el mayor reto no tiene tanto que ver con sus hijos, sino con ellos mismos.

Uno de los aspectos más complicados de la crianza es aprender a manejar tus propias emociones: regularlas, no proyectarlas en tus hijos y asumir la responsabilidad de lo que sientes. No es fácil, pero es fundamental, tanto para tu bienestar como para darles a tus hijos un ejemplo saludable de gestión emocional.

Veamos dos ideas clave que pueden ayudarte a enfrentar este desafío.

1. La perfección no es el objetivo

Lo primero que debes entender es que tu meta nunca debe ser la perfección.

Si buscas ser un padre o madre perfecto, solo te estarás preparando para sentir frustración, culpa y decepción. La crianza es difícil y nadie maneja sus emociones de manera impecable todo el tiempo. (Ni siquiera yo).

Pero lo cierto es que no necesitas ser perfecto, y de hecho, eso tampoco es lo que quieres enseñarles a tus hijos.

Cuando cometes errores o pierdes la calma, esos momentos pueden convertirse en oportunidades valiosas para reflexionar y aprender. Puedes usarlos para asumir la responsabilidad de tus acciones y enseñarles a tus hijos que cometer errores es parte del crecimiento y que siempre hay una forma de corregirlos.

En lugar de obsesionarte con la perfección, cambia tu enfoque hacia el progreso. Lo importante es avanzar. Quizás en este momento sientes que solo actúas como el padre o madre que quieres ser un 30% del tiempo. ¡No pasa nada! El progreso significa trabajar para llegar al 40%, luego al 50%, y así sucesivamente.

El crecimiento es un proceso gradual, no lineal, con altibajos. Cada paso cuenta.

Los errores no solo son normales, sino que son una parte esencial y saludable del aprendizaje.

2. Desglosa el problema

¿Alguna vez te has encontrado pensando cosas como estas?

  • “Ojalá fuera más paciente.”
  • “Quiero dejar de gritar.”
  • “Quisiera ser más tranquilo/a.”

Estas son metas muy comunes y bien intencionadas, pero también son demasiado amplias y abstractas. Aunque el deseo de mejorar está ahí, estas metas suelen hacer que te sientas más frustrado porque son vagas y carecen de un plan concreto para alcanzarlas.

Para hacer un verdadero cambio, es importante dividir estas metas en pasos pequeños y específicos.

Por ejemplo, en lugar de decir:

«Quiero ser más paciente.»

Prueba con:

«Me doy cuenta de que pierdo la paciencia sobre todo a la hora de acostar a los niños, cuando estoy agotado/a y me siento sobrepasado/a. ¿Qué puedo hacer antes y durante la rutina de sueño para ayudarme a manejar mejor mis emociones? ¿Cómo puedo detectar lo que siento antes de que sea demasiado tarde y termine explotando?»

Ahora, en lugar de una idea general, tienes una situación concreta en la que quieres mejorar. A partir de ahí, puedes generar estrategias prácticas como:

  • Ajustar los tiempos: Organizar la rutina nocturna para que todos tengan más margen para prepararse para la hora de dormir.
  • Darles autonomía: Asignar a cada niño una tarea apropiada para su edad en la rutina nocturna, dándoles un mayor sentido de control.
  • Usar música relajante: Poner música de fondo para ayudar a crear un ambiente más tranquilo, tanto para los niños como para ti.
  • Recordarte a ti mismo/a: Decirte frases como “Esto es solo un momento difícil, puedo manejarlo.”
  • Escribir un diario: Dedicar unos minutos cada noche a reflexionar sobre el día y las situaciones que te activaron emocionalmente.

Cuando divides tu meta en pasos más pequeños y manejables, es más fácil notar el progreso. También te permite probar diferentes estrategias y ajustar lo que no funcione.

El progreso es más importante que la perfección

La próxima vez que te sientas abrumado/a o al límite, recuerda que el objetivo no es la perfección, sino avanzar poco a poco. Divide tus metas en acciones concretas y date el permiso de equivocarte y aprender de esos errores.

Con el tiempo, verás que gestionar tus emociones se vuelve algo más natural y, al mismo tiempo, estarás enseñándole a tu hijo cómo desarrollar su propia resiliencia emocional.

¿Quieres dar el siguiente paso en tu camino como padre o madre?

Si buscas más herramientas prácticas y estrategias para afrontar los desafíos emocionales de la crianza, consulta mi guía de crianza. Juntos trabajaremos para que te sientas más seguro/a y capaz de manejar tanto tus emociones como las necesidades de tu hijo.

¿Te da pereza leer mil artículos y ver tantos reels sobre crianza para acabar sintiéndote igual? Déjame tu email y te envío un secreto cada semana que te permite conectar de verdad con tu hijo/a. Muchas mamás ya están dentro. Por cierto, al entrar te llega un regalo directo a tu bandeja :)

* indica que es obligatorio
Samantha Álvarez

Caminaremos juntas. La crianza ya es desafiante como para llevarla en solitario. Guía Montessori AMI, Socióloga, Disciplina Positiva, Educación Respetuosa, Mentora crianza.

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