(y lo que aprendimos)
Hola!! ¿Cómo llevas el calor? Hoy quiero compartir algo que este fin de semana me hizo sudar todavía más de la cuenta y que, además, fortalece la autoestima de cualquier niño o niña sin importar la edad que tenga.
Este sábado, mi hijo mayor (8 años) removió cielo y tierra para convencernos de que, en plena ola de calor, era mejor bajar a la plaza del pueblo a tocar su violonchelo en la calle que quedarnos en la piscina.
Lo puedes ver en mis redes.
Veinte minutos después estábamos allí: él, con su chelo. Yo, sudando en la sombra. Y empezó el mágico espectáculo.
Dato importante: lleva solo un año tocando y, en sus sinfonías, se escuchan notas chirriantes y desafinadas.
Mi primer impulso fue pensar que podrían reírse de él y que haría el ridículo; pero me detuve y me dije: no puedo pretender que mi hijo aprenda a confiar en sí mismo (sin importar lo que opinen los demás) si yo no soy la primera en demostrarle que confío en él.
Quiero que siga construyendo su autoestima y confianza, y esto… era la oportunidad perfecta para reforzarlas. Mientras arrancaba sus primeras notas, comprendí que mi papel, era triple: contener mi propio miedo, ofrecerle una base segura y permitirle el ensayo. Así que respiré, le sonreí cada vez que dudaba y le dejé equivocarse todo lo que necesitara. Porque cada error era, en realidad, un experimento que confirmaba su valentía y fortalecía su autoeficacia.
Esta experiencia me recordó (y sirve igual para un peque de 2 años) que el aprendizaje florece sobre la seguridad emocional: cuando el niño comprende que sus errores no lo definen, que sus decisiones cuentan y que el proceso importa más que el resultado.
En el caso de mi hijo fue salir a tocar el chelo, pero antes habían sido otras cosas: elegir su camiseta, atarse los cordones sin ayuda… cada uno de esos gestos cotidianos y, aparentemente insignificantes, le confirmaban el mensaje “tú puedes, confío en ti, estoy aquí si me necesitas”.
Cuando terminó, recogió las monedas que le habían dejado desconocidos y… me dijo… “mami… a la gente le ha gustado mi música”. A mí, lo que realmente me emocionó fue todo lo que él se llevó de esta aventura:
- Sentir que su iniciativa vale la pena.
- Lanzarse sabiendo que podía volver a mí si algo salía mal.
- Interiorizar el mensaje “fue difícil, y aun así lo logré”.
- Exponerse al público en dosis manejables, ampliando su ventana de tolerancia.
- Subidón de oxitocina y dopamina… ¡por supuesto, ya está pidiendo repetir!
Todo esto está construyendo la resiliencia que mañana necesitará para desafíos mucho mayores que tocar su violonchelo en la calle.
Por cierto, puede que hayas visto que he vuelto a salir en prensa por contar cosas como esta y hablar sobre crianza y maternidad real. Pero la versión más completa siempre la traigo aquí, para quienes formáis parte de esta comunidad.
Si quieres hacerme una pregunta o tener una conversación conmigo, podemos vernos en una consultoría juntas. Puedes hacerlo aquí.
Un abrazo fresquito (o al menos intentándolo) ^^
Samantha